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Foto: Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa.

La política del extintor de Sánchez frente al buen gobierno

Los incendios enseñan que la diferencia entre susto y catástrofe se decide antes de que salten las llamas. También en el Gobierno: reaccionar “con rotundidad” a posteriori es admitir que fallaron los controles. La responsabilidad empieza en los nombramientos y se ejerce cada día.
24 septiembre 2025

Como en los incendios, la clave no está en la foto del hidroavión, sino en los cortafuegos previos. Este verano, con más de 400.000 hectáreas calcinadas y la peor contaminación por incendios en 23 años, España ha comprobado que llegar tarde tiene un coste descomunal. En política, cesar a colaboradores no sustituye la culpa in vigilando: el presidente no solo nombra; debe prevenir, verificar y asumir cuando el patrón de fallos se repite.

Cuando un presidente alega que “reaccionó con rotundidad” ante los escándalos de sus colaboradores, reconoce que el problema se instaló bajo su mando. La reacción puede ser necesaria; la prevención es obligatoria. Así lo reiteró Pedro Sánchez en su entrevista con Pepa Bueno en su vuelta a TVE el 1 de septiembre: “No he tolerado ningún caso de corrupción” y “he actuado con total contundencia”, defendiendo su respuesta a posteriori. Pero invocar la contundencia después no compensa la falta de control antes, ni exime de responsabilidad política personal.

La culpa in vigilando no es una figura retórica: es un estándar de buen gobierno. No basta con nombrar: hay que supervisar. No basta con confiar: hay que verificar. Un presidente tiene el deber reforzado de asegurarse de que su equipo cumple con requisitos de idoneidad, solvencia ética y transparencia. Si esa diligencia debida falla y la reacción llega cuando el daño reputacional ya es patente, el “yo no sabía” no exonera; señala una carencia de controles o una tolerancia a la opacidad. En ambos casos, se erosiona la confianza pública.

Reaccionar no es gobernar

La política del extintor —cortar por lo sano cuando el incendio ya está declarado— puede sonar resolutiva, pero no sustituye la diligencia debida. Un buen gobernante no solo apaga fuegos; evita que se prendan. Usar las reacciones a posteriori como escudo para no asumir responsabilidad no resuelve el fallo original: elegir mal y vigilar peor.

Elegir bien es el núcleo del liderazgo ejecutivo. De ello depende la calidad de las políticas, el blindaje frente a la corrupción y que las instituciones sigan funcionando cuando hay problemas. Fallar en esa función —y hacerlo repetidamente— no se corrige con ceses expeditivos. Al contrario, transmite la imagen de una forma de gobernar que está dispuesta a sacrificar todas las fichas del tablero con tal de salvar al rey, aunque la partida ya esté perdida de antemano.

La línea entre desconocimiento real y desconocimiento voluntario es fina, y en política la percepción importa. Si el relato es que el presidente se entera por la prensa o cuando el escándalo es irreversible, el ciudadano pregunta: ¿qué controles existen? ¿qué alertas se activan? ¿qué cultura de cumplimiento se exige? Responder solo con “hemos reaccionado” alimenta la sospecha de que la prioridad es la supervivencia en el poder, no el interés general.

Fallar en la función de elegir bien —y hacerlo repetidamente— no se corrige con ceses y transmite la imagen de una forma de gobernar que está dispuesta a sacrificar todas las fichas del tablero con tal de salvar al rey, aunque la partida ya esté perdida de antemano.

Objeciones previsibles

  • Presunción de inocencia: por supuesto. Pero la responsabilidad política opera con estándares de idoneidad, no con sentencias firmes.
  • “Nadie puede preverlo todo”: cierto. Por eso se exigen controles preventivos y verificación real antes y durante el desempeño del cargo.
  • “Se actuó con rapidez”: llegar con el extintor no convierte en buen gestor de riesgos a quien no levantó cortafuegos.

Es decir, invocar reacciones a posteriori no exime de la responsabilidad por haber permitido que el problema prendiera. La coartada de haber “reaccionado” es insuficiente cuando el fallo está en la selección y la vigilancia. El “yo no sabía” no vale para quien está obligado a saber. Si los errores se repiten, corresponde dejar de buscar excusas y asumir la responsabilidad del mando. Eso —y no el uso oportunista del extintor— separa a quien se aferra al poder de quien ejerce un liderazgo responsable.

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